jueves, 29 de octubre de 2009

Visitas

Después del ofrecimiento de Pablo al INS Juan José Gómez Quintana y al CEIP Portus Blendium de Suances, hace unos días recibimos la primera visita de chicos y chicas de 5º y 6º de primaria.
Tras las dificultades que nos puso la lluvia, conseguimos una tarde espléndida y pudimos poner en contacto a los chicos con El Prao que se llenó con la alegría y las voces de los visitantes como nunca lo había estado hasta ahora. Era un grupo muy numeroso de 50 chicos y chicas que, en principio, me asustó un poco porque había preparado actividades para menos, pero con un poco de imaginación y la ayuda de las cuatro profesoras pudimos desarrollar la visita sin que el ánimo ni la atención decayeran un momento.






Empezamos la tarde viendo lo que significa una huerta ecológica y cómo se utiliza el agua de lluvia, el viento y el sol para obtener la energía para su funcionamiento. Les sorprendió comprobar cómo la hierba de la siega puede calentar el agua para la cocina o el baño. Los bancales cerámicos requirieron una atención especial, ya que era algo totalmente nuevo para todos y la explicación práctica de cómo las raíces pueden extenderse en profundidad les aclaró el que las plantas pudieran estar tan juntas.
Centro de atención fue el gallinero portátil que, en estos momentos, no está sobre ningún bancal al estar todos sembrados. Las gallinas atrajeron enseguida a los niños que pudieron observarlas, darles de comer y recoger los huevos del día.





Fue estupendo ver cómo se interesaban por todo lo que veían. La miniestación meteorológica, los invernaderos fijos y portátiles, los montones de compost, el pozo, el seto cortavientos... Aprovechamos la floración de los kiwis para comprender la polinización que han estudiado pero, ahora, viendo a las abejas revolotear entre las plantas llevando polen de las flores masculinas a las femeninas. El arriate de aromáticas nos sirvió para la explicación de la lucha ecológica contra las plagas y para comprender el significado de palabras como romería, verbena o del pueblo en que viven muchos de ellos: Hinojedo.








La parte práctica consistió en el repicado de lechugas en un vaso de papel que aprendieron a fabricarse. Cada uno se llevó la lechuga repicada con la intención de sembrarla en cuanto llagaran a casa.Había varios niños cuyos padres o abuelos tienen huerta, por lo que aproveché la ocasión para repartirles todas las plantas de cherrys y berenjenas que me habían sobrado de cuando hice el germinador aprovechando la ocasión para hacer una buena limpieza.
Contribuyeron, también, a la limpieza de uno de los bancales para comprobar cómo las gallinas daban buena cuenta en un momento de las hierbas que ellos quitaban.






Con su lechuga en la mano, para no perderla, jugaron y se divirtieron el poco rato que les quedó libre de mi rollo ecológico, comieron guisantes a placer tanto que me hubiera gustado que sus madres les vieran por un agujero asombradas porque en su casa apartan todo lo que tiene color verde o rojo.Las habas les gustaron un poco menos pero también comieron; y de las fresas para qué hablar: no quedó una ni en flor. Las cerezas estaban a salvo de los "depredadores" bajo una tupida red porque ya les expliqué que en Suances los miruellos no saben informática y, por tanto, no sirve ponerles CD´s para espantarlos. 











Disfrutaron como los peces en el estanque y ni uno se cayó al agua.También allí aprendieron que no es sólo un lugar de recreo sino que, además, sirve como almacén de agua de riego, albergue de gran variedad de vida animal y vegetal, atracción para depredadores de plagas como erizos y sapos así como de muchos pájaros que hacen sus nidos en las cercanías y como productor de algas para enriquecer el compost.
Los peces tuvieron ración extra de comida porque todos querían darles de comer.








Tan entretenidos estaban que no me di cuenta del reloj y, al final, se nos quedaron sin hacer algunas de las actividades que tenía preparadas: un juego de pistas, un germinador en un vaso de cristal y la siembra a voleo de unos cuadros de zanahorias, espinacas y rabanitos; lo dejaremos para la próxima visita.
Todos en El Prao nos quedamos un poco tristes cuando se alejó la algarabía pero estábamos muy contentos porque un grupo de niños y niñas estupendos habían pasado un buen rato y sabían un poco más de cómo es posible aprovechar los recursos que nos proporciona la naturaleza sin necesidad de destruirlos.









Unos días después se presenta en El Prao, Hernán con su abuela, Pili, para hacer una clase práctica: Hernán le enseña cómo dar de comer a las gallinas y a los peces y Pili, en el arriate de las aromáticas, le cuenta a Hernán cómo se utilizan estas plantas en la cocina y para curar dolencias y enfermedades. Resulta enternecedor ver a abuela y nieto transmitiéndose los conocimientos que han ido adquiriendo en los últimos días o a lo largo de toda una vida.











Y no digamos nada si la relación del niño se establece con las gallinas. Hay que tener en cuenta que actualmente los niños no tienen casi ninguna posibilidad de tener contacto con los animales de granja, así que, simplemente ver cómo se le acercan las gallinas (yo creo que hasta les sonríen) cuando les ofrecen unas hierbas o el poder recoger unos huevos que no han puesto en un cartón en el supermercado, es una experiencia impactante para ellos.
Nicolás prometió volver más días a visitarlas , recoger sus huevos y darles trébol fresco que les encanta.

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